Jane E. Brody / The New York Times
El daño cerebral que sufrieron dos jugadores profesionales de fútbol americano ha impulsado una mirada profunda a la manera en que niños y adolescentes que participan en deportes pueden ser protegidos de consecuencias similares.
Y con buena razón. El cerebro joven es particularmente susceptible a las contusiones. Y la práctica de determinados deportes representan más de la mitad de las causas por las que se producen visitas a las salas de emergencias de niños de entre 8 y 13 años en Estados Unidos. Un menor que sufre una conmoción tiene probabilidades mayores de sufrir otra, y aquéllos que han tenido dos contusiones presentan un riesgo tres veces mayor de que ocurra la misma lesión nuevamente.
Muchos padres se preguntan si es prudente dejar que sus hijos participen en deportes como fútbol americano y el fútbol, en los cuales los golpes en la cabeza son habituales. Las inquietudes sobre las lesiones que producen estos golpes han sido mencionadas como una de las razones por las que se produjo un descenso en el registro de la Pop Warner, la mayor liga de fútbol americano juvenil de Estados Unidos.
Al mismo tiempo abundan ideas equivocadas entre padres y entrenadores sobre la mejor manera de prevenirlas. Se sabe que más del 50% de los atletas de secundaria y el 70% de los universitarios no informaron de contusiones que habían sufrido mientras jugaban al fútbol.
Pero, en primer lugar, vale la pena notar que casi ningún deporte está exento del peligro de sufrir un golpe de este tipo, y que participar en deportes tiene “beneficios cognitivos, físicos, emocionales y sociales que superan todo”, dijo Steven P. Broglio, el director del Laboratorio de Investigación sobre Neurotrauma en la Universidad de Michigan.
Durante demasiado tiempo, se ha restado importancia a las contusiones. Los expertos dicen que incluso el lenguaje empleado para describir un golpe (como “le tocaron la campana”) le resta seriedad a la lesión.
Quizá las contusiones impondrían mayor respeto si fueran llamadas por su nombre correcto en términos médicos: lesiones traumáticas leves del cerebro. Son causadas por un golpe directo o indirecto en la cabeza. El cerebro es empujado contra un cráneo que no cede, interrumpiendo temporalmente funciones neurológicas y metabólicas.
Contrariamente a la creencia popular, no es necesario perder la conciencia. El 90% de las contusiones no tienen nada que ver con pérdida de conciencia. Ni siquiera hace falta golpearse la cabeza; una lesión de latigazo cervical puede causarla.
El tiempo asignado a evaluar a un atleta lesionado a menudo es insuficiente para determinar si es seguro que el jugador regrese al campo de juego, notó Broglio. Uno de los efectos más peligrosos de no detectar la contusión es el síndrome de segundo impacto (rápida y catastrófica inflamación del cerebro que puede causar discapacidades de por vida, coma e incluso la muerte).
Precaución paterna
Un número creciente de padres ahora sopesa los riesgos cuando ayudan a sus hijos a decidir en qué deporte practicarán. El Instituto de Medicina y el Consejo de Investigación Nacional de la Academia Nacional de Ciencias informó en 2012 que los tackleadores de fútbol americano eran los que sufrían la mayoría de las conmociones entre atletas de preparatoria, con 11.2 reportadas entre 10.000 “exposiciones atléticas”; esto es, el número de prácticas y juegos en los que participa un atleta. El lacrosse fue el siguiente más riesgoso, con 6.9 contusiones por cada 10.000 exposiciones atléticas, aunque un estudio reciente arrojó que el hockey sobre hielo y la lucha son más peligrosos que el lacrosse.
Entre las jóvenes, el fútbol es asociado con el mayor riesgo: 6.7 contusiones por cada 10.000 exposiciones atléticas, con base en el estudio de la academia. Si bien muchos se concentran en los peligros de cabecear la pelota, un nuevo estudio de jugadores adolescentes de fútbol arrojó que el contacto con otro jugador es por mucho la causa más frecuente de contusiones entre jugadores varones y mujeres.
Los autores del estudio, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Colorado, pronosticaron que “es improbable que prohibir los cabezazos elimine el contacto entre atletas o la lesiones resultantes”. Notaron que el fútbol se había vuelto un deporte mucho más físico en los últimos años, dando como resultado más colisiones entre jugadores.
El basket femenino no se queda muy atrás, con 5.6 contusiones por 10.000 exposiciones, índice dos veces mayor que el del basket masculino.
La gimnasia ha registrado un marcado aumento en las conmociones en años recientes. Como destacó la organización de gimnasia de Estados Unidos el año pasado: “una contusión puede ser causada por un golpe al cuerpo, no solo la cabeza”.
En una declaración, agregó: “Un gimnasta puede caer, tener un movimiento similar al latigazo cervical y sufrir una contusión aun cuando no se hubieran golpeado la cabeza”.
La tasa de contusiones más baja se asocia con la natación, con apenas 0.2 lesiones de ese tipo por cada 10.000 exposiciones entre niñas y 0.1 entre niños que nadan competitivamente, con base en un estudio de 2012 en la Revista Estadounidense de Medicina Deportiva.
Síntomas
Cada atleta, padre y entrenador debería familiarizarse con las señales y síntomas de la contusión, algunos de los cuales pudieran aparecer horas o días después de la lesión. El informe de los entrenadores atléticos incluye:
- Dificultad para pensar con claridad, concentrarse o recordar nueva información.
- Jaqueca, visión borrosa, mareo o vómitos, vértigo o problemas de equilibrio o sensibilidad al ruido o la luz.
- Irritabilidad, altibajos de humor, tristeza o nerviosismo.
- Somnolencia excesiva o dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido.
Cualquiera de estos síntomas debería ser informado sin demora a un entrenador, padre, médico o enfermera escolar.